Cuando oigo a la ministra Fátima Báñez hablar de envejecimiento activo no me queda más remedio que maldecir los eufemismos y ponerme en contra de tan fructífero recurso literario y, a la vez, de tan abusiva utilización por la casta política de verbo más inverosimil y hediondo, y valga como ejemplo a la citada.
No hace ni un lustro que nos podíamos creer aquello de que la tercera edad era la tercera juventud, nos creíamos que se podía llegar a la jubilación y disfrutar del tiempo libre remunerado, descansar, viajar, hacer deporte, gozar de la cultura, del ocio, teñirse las canas y ponerse dentaduras postizas con argamasas tan perfectas que cualquier quinceañero al lado de un abuelete de anuncio parecía un nubarrón en medio de un cielo de verano.
Y en parte era así, hace pocos años se podía llegar a la edad de jubilación en plenitud de facultades y con energías rebosantes, pero ahora, sin embargo, se nos han llenado las calles, desgraciadamente, de ancianos de 45 años. El desempleo y la desesperanza han invertido el cronómetro de nuestra génesis ibérica y el Partido Popular no deja de apretar sus jodidos botoncitos. No es ya el hecho de jubilarse a los 67 años, es el hecho de que a esa edad, y a este paso, no va a llegar nadie en situación de trabajador activo, pues la población desempleada entre 45 y 55 años es alarmante, brutal y despiadada, y lo que es peor, muchos de ellos sin subsidio, ayuda, recurso ni esperanza, envejecidos de repente por la gracia de la derecha, o sea, del PP primero, y del PSOE al rebufo, y de su demostrada tendencia a bajarse los pantalones ante el capitalismo, el neolibaralismo y cualquier otro "ismo" que anteponga los billetes a las personas.
Envejecimiento activo... ¿Qué envejecimiento activo, señora ministra? Tal vez el de miles de jubilados que, con su encanijada pensión, han de alimentar a hijos y nietos, tal vez la de millones de padres de familias en esa franja de edad en la que ya sospechan que jamás volverán a ser contratados, tal vez la de todos aquellos que han encorvado su espalda con cincuenta años de tanto mirar al suelo por no encontrar ya horizonte alguno en el que posar la mirada. Gracias Partido Popular por ponernos bastones en el futuro.
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