SER LIBRE PARA PENSAR, SER LIBRE PARA EXPRESAR

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lunes, 3 de junio de 2013

VOLVAMOS A LAS CAVERNAS, PERO ARMADOS HASTA LOS DIENTES

Los sabios de la doctrina de la improductividad, bandoleros del alto linaje económico, ahora nos quieren dejar sin salario mínimo, porque las consignas de Europa hay que seguirlas a raja tabla, siempre y cuando se trate de favorecer a los bancos o a las grandes multinacionales y su horda de bucaneros con maletín y corbata, porque lo de equiparar los sueldos a lo que hay al norte de los Pirineos sigue siendo asunto de meigas. Pues sí, dejemos a los españolitos sin salario mínimo interprofesional, por qué no.... Que paguen a los trabajadores con sal, o mejor aún, volvamos al mercado de esclavos, volvamos a las cavernas, con permiso del Seprona o de Medio Ambiente, pero esta vez, a ver si es posible, volvamos a las sombras armados hasta los dientes.


¿Qué más se necesita en este pais para mandar al mismísimo carajo al Partido Popular, al mercado del euro, a la troika y a todas las patentes de corso que, día a día, nos están dejando las posaderas como aparcamientos de bicicletas...? Sobran barras de bar, revistas del corazón y de futbol y faltan las hormonas suficientes para dejar de ser el estéril saco de boxeo de la repugnancia capitalista que nos ha dejado, como ratones de laboratorio, a mercced de un laberinto en cuya salida sólo hay una carta de despido.

Los sabios doctores de la economía no quieren trabajadores, no quieren agentes sociales, no quieren derechos para nadie, quieren una economía de consumo sin consumidores, se quieren ahorcar con sus propios instestinos, quieren volver a una suerte de feudalismo donde para mandar a galeras a los díscolos bastará con cadenas hipotecarias y sogas con nombre de tarjetas de crédito, esas que, no hace mucho, nos hicieron creer que seríamos más felices. Ya veis, hemos pasado del paraiso de la Rivera Maya para sentirnos ricos por una semana a trabajar por menos del salario mínimo para sentirnos afortunados por un mes, y seguimos siendo España, con los mismos cobardes y con los mismos borregos sonámbulos de siempre.